Charlas de café

Patricia Rosas Lopátegui/Autora de Yo quiero que haya mundo
Elena Garro rompió los parámetros
del realismo literario

Eve Gil

Parece mentira haber charlado tantísimas veces con Patricia Rosas Lopátegui sin haberle preguntado de dónde nace su pasión por la vida y obra de Elena Garro.
“Descubrí a Elena Garro —responde— en un seminario de literatura mexicana en 1976. Estudiaba yo letras españolas en el Tecnológico de Monterrey. Leímos la novela Los recuerdos del porvenir en fotostáticas porque estaba agotada. Descubrí a la escritora que sería mi heroína. Quedé encantada, maravillada, deslumbrada ante la fuerza poética del lenguaje de Elena Garro, la lucidez de su análisis destructor sobre la realidad mexicana y su mirada profundamente crítica y desmitificadora.”

“Para mi sorpresa —continúa la académica— descubrí que estaba frente a una escritora fantasma, a quien el gobierno y el statu quo se habían encargado de desprestigiar acusándola de «conspiradora, cabecilla de un complot comunista, enemiga del régimen, traidora, loca, paranoica»… a raíz de la masacre perpetrada en Tlatelolco en 1968. Pero en 1976 no lo sabía, todo esto lo fui descubriendo con el transcurso de los años. Sus tres libros publicados hasta el momento —Un hogar sólido y otras piezas en un acto (1958), Los recuerdos del porvenir (1963) y La semana de colores (1964)— eran inconseguibles”.

Dueña del universo

Así, entonces, Patricia se dedicó a rastrear la pista de la enigmática escritora: “En 1980 llegué a la ciudad de México con el propósito de investigar sobre Elena Garro, pero no había nada. Lo único que me repetían era que Elena Garro había traicionado o delatado a los intelectuales, y yo no lo creía. Una escritora que critica tan fuertemente al régimen posrevolucionario no puede haber traicionado los ideales del pueblo. Pensé que había gato encerrado.”
La hoy prestigiada investigadora de la Universidad de Nuevo México trabajó por los años ochenta bajo las órdenes del director de Literatura del INBA, Gustavo Sáinz, época en la que, según sus propias palabras, le ocurrieron cosas maravillosas.
“Un día —evoca— se me acerca un muchacho, creo que de Chiapas, que andaba vendiendo sus libros. Traía entre ellos nada menos que La semana de colores y Un hogar sólido y otras piezas en un acto. Se los compré de inmediato. En ese momento me sentía dueña del universo porque ya tenía la obra completa de Elena Garro, los tres libros que había publicado hasta ese momento”.

El primer ensayo

“Ese mismo año, 1980 —sigue Patricia—, obtuve una de aquellas becas INBA Fonapas de ensayo con la que me dediqué a escribir sobre la novela que me había iniciado en el mundo de Elena Garro. El taller lo dirigía Margo Glantz. Un fragmento de este ensayo se publicó en el entonces suplemento dirigido por Gustavo Sainz, La Semana de Bellas Artes”.
“Sainz —gran admirador de Elena Garro y uno de los pocos escritores que la defendía— me proporcionó su dirección en Madrid y le envié un ejemplar del suplemento donde aparecía mi ensayo. Ella me contestó y esa carta la publiqué en Yo sólo soy memoria. Biografía visual de Elena Garro (Castillo, 1999), el primer volumen de su biografía”, concluye Patricia, rememorando que fue Ignacio Trejo Fuentes, que por entonces trabajaba en la misma Dirección de Literatura, quien le obsequió una fotocopia de Testimonios sobre Mariana que estaba por publicar Grijalbo, y es que Nacho era lector-editor en esa casa editorial: “Todavía conservo —dice Patricia— la novela mecanografiada por la mismísima Elena Garro.”

Asombrosa antología

Patricia Rosas Lopátegui recién ha publicado la asombrosa antología Yo quiero que haya mundo (Porrúa, 2008), que si bien se publica para conmemorar cincuenta años de la dramaturgia de Elena Garro, incluye ensayos sobre la obra total de la escritora poblana, de autorías tan disímiles como las de Salvador Novo, Miguel Guardia, Emilio Carballido, Olga Harmony, María Luisa Mendoza, René Avilés Fabila, Vilma Fuentes, e incluye un texto sencillamente extraordinario de la narradora cubana Teresa Dovalpage, por citar algunos.
Especialista número uno en la obra de Elena Garro a nivel internacional, Patricia considera que en el caso de esta escritora resulta imposible separar su dramaturgia de su narrativa: “Fue ella quien rompió con los parámetros de la literatura realista y construyó nuevas estructuras escénicas en sus piezas teatrales, así como en sus cuentos y novelas, introduciendo el llamado realismo mágico en lengua española, aunque ella siempre rechazó esta clasificación del mundo académico pues para Elena la realidad mágica en su obra no era sino la representación de lo que vio, escuchó y experimentó desde niña; es decir, la del pensamiento mágico y milenario de la cosmovisión indígena que siempre ha estado presente en México”.
Los textos de mayor antigüedad reunidos en Yo quiero que haya mundo dejan constancia de la calidad de Elena Garro como precursora. El dramaturgo Luis G. Basurto escribió en Excélsior: La presencia de un poeta dramático como Elena Garro hay que saludarla con júbilo. Hace sus primeras armas en la escena, y ya se destaca como un autor —así en masculino vigoroso— que posee agudísima, “proustiana” sensibilidad; claro instinto de la medida del teatro; un diálogo coloquial y poético, que une la profundidad a la gracia, y un espíritu mexicanísimo dentro de lo universal.
La personalidad literaria y personal de Elena Garro es tan polifacética que cada uno de los autores aquí reunidos, nos dice Patricia, tiene su propia Elena: “He aprendido que la única manera de deconstruir para volver a construir y revalorar la figura y la obra de Elena Garro no es contraatacando, sino poner al alcance de los lectores el acervo de Elena Garro, sepultado por décadas. En México desafortunadamente todavía no hay crítica; la crítica está determinada por los grupos en el poder, entonces esas guerras no me interesan, son desgastantes e inútiles.”
Para concluir, Patricia se permite hacer, por este conducto, un llamado a la SEP para que incluya Los recuerdos del porvenir, La semana de colores, Inés, Y Matarazo no llamó... Un hogar sólido, El árbol, Felipe Angeles, Los perros, Benito Fernández, entre otras obras de Elena Garro, en las lecturas obligatorias de todas las secundarias y preparatorias de México, cosa en la que quien esto escribe la respalda plenamente.

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