Testimonios sobre Mariana, de Elena Garro
armando ponce

México, D.F., 27 de noviembre (apro).- A la espera de que el Fondo de Cultura Económica publique la Obra Completa de Elena Garro (como se ha comprometido a hacerlo con la de Carlos Fuentes, que había cancelado), Editorial Porrúa se adelanta y edita Testimonios sobre Mariana, esta novela que, a decir del crítico Emmanuel Carballo es “una obra clave”, en la cual “detrás de los personajes de tinta y papel existen personajes de carne y hueso”.

Son 495 páginas las de este bello y compacto libro con pasta dura de la Colección Cuántos leen…, tiene prólogo precisamente de Carballo, nuevo homenajeado de periodismo cultural en el Premio Fernando Benítez de la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara, próxima a realizarse. De ella opina Patricia Rosas Lopátegui, su biógrafa, y quien escribe un apunte:

“Novela innovadora, irreverente, dolorosamente honesta, cuyo contenido cobra vigencia en estos tiempos globalizadotes, Testimonios sobre Mariana no es una novela color de rosa; es un espejo que refleja la opresión de los valores culturales fundados en la autocracia.”

Este es el apunte completo de Rosas.

“Elena Garro, periodista, dramaturga, novelista, cuentista, guionista, memorialista, nació el 11 de diciembre de 1916 en Puebla. Pasó su infancia en la Ciudad de México y en Iguala, Guerrero. En 1936 ingresó a la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). En esa época, fue coreógrafa del Teatro Universitario dirigido por Julio Bracho. El 25 de mayo de 1937 se casó con Octavio Paz. Un mes más tarde viajó a España, en plena Guerra Civil, acompañando a Octavio Paz, quien había sido invitado por la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios (LEAR) al II Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura. A su regreso a México, su marido no le permitió continuar con sus estudios en la UNAM. En 1939 nació la única hija del matrimonio, Helena Laura Paz Garro. De 1946 a 1953, Elena Garro vivió en París y otras ciudades europeas y algunos meses en Japón. La familia Paz Garro se reinstaló en México hacia finales de 1953. Tres años más tarde, en 1956, Garro inició su activismo en defensa de los comuneros de Ahuatepec, Morelos, y luchó por que se llevara a cabo la Reforma Agraria Internacional en los años sesenta. Crítica feroz de la corrupción y las lacras del sistema posrevolucionario y de las injusticias sociales en el campo, se unió a las reformas políticas de Carlos A. Madrazo y a su proyecto democrático. Después de la masacre perpetrada por las fuerzas gobiernistas en Tlatelolco el 2 de octubre de 1968, se le acusó, junto con Madrazo, de ser los principales instigadores del movimiento estudiantil, la que las autoridades calificaron de subversivo. Ante la represión y la cacería de brujas desatadas por el gobierno del entonces presidente de México, Gustavo Díaz Ordaz, en 1972, huyó de México, acompañada por su hija Helena Paz. Madre e hija vivieron veinte años asediadas, perseguidas y en la miseria en Nueva York (1972-1974), Madrid (1974-1981) y París (1981-1993). Las dos Elenas regresaron a México en junio de 1993. Elena Garro pasó los últimos cinco años de su vida en Cuernavaca, Morelos. Murió el 22 de agosto de 1998.”

A continuación se reproducen algunos fragmentos del prólogo:

“(…) Recién publicada su novela, Testimonios sobre Mariana (1981), con la que obtuvo el premio Juan Grijalbo, Huberto Batis y yo dedicamos uno de nuestros programas en Radio Universidad (pronto cancelado por atrevido y libérrimo) a analizarla y enjuiciarla. Batis produjo un juicio favorable y entusiasta. Yo fui más cauto, al lado de formidables aciertos advertí apresuramientos en la estructura y el estilo. Dije que la novela se prolongaba más de lo debido, sin que la extensión agregara nuevos atractivos a la anécdota y era una mezcla no del todo afortunada de novela gótica, novela rosa, novela real-maravillosa y novela surrealista; que el estilo, en momentos, era descuidado, y la edición horrorosa, que algunas de las criaturas no eran de tres dimensiones y que la historia pecaba de imprecisa. Batis y yo coincidimos en que la Garro en este roman à chef se dejaba ganar por las pasiones del corazón y veía a ciertos personajes con desafecto y en momentos con insidia.

“Nuestros juicios se reprodujeron en un semanario de Jalapa (Punto y Aparte), Elena los leyó, no estuvo de acuerdo con ellos y me mandó una carta en la que difiere de mis puntos de vista (más que de los de Batis) y emprende una defensa sistemática de ella como autora, de su novela y de los juicios de valor que allí sostiene sobre hechos y personas. Su carta, que considero uno de los testimonios más significativos de la literatura mexicana de esos años, me entusiasmó y por ello la doy a conocer.

“Fechada en París, la carta dice así:

“Querido Emmanuel: te escribo otra vez porque leí tu diálogo sobre Mariana con Humberto. ¡Gracias! Los dos son muy monos conmigo dedicándole tantas líneas a la novela…

“Hablemos de la aburrida Mariana. La novela la escribí en México en 1964. Luis Spota publicó una parte en una revista que tenía y cuyo nombre no recuerdo (Espejo) en 1965. Años después, la hallé en un baúl en Madrid. Necesitaba dinero y corregí los finales de los testimonios de Gabrielle y de Vicente. Pero no se pudo publicar. Siempre me cuesta mucho encontrar editor. Y mis novelas, cuentos y obras de teatro se deshojan, envejecen y se pudren en alguna maleta. Eso no es grave sino para mí, pues ya sabes que escribo por dinero.

“Creo que debo aclararte que Mariana no es una autobiografía sino una novela. Cuando la publique, Octavio Paz, Archibaldo Burnos y todas las personas que crees descubrir en los personajes podrán demandarme. Sería muy divertido el juicio. Un verdadero vaudeville.

“Me las están pidiendo y creo que no resistiré a la tentación de venderlas, de manera que no te impacientes. (Sólo escribió fragmentos).

“Si piensas en que en Mariana aparecen personajes vivos te equivocas. Aunque es verdad que tomé rasgos de algunas personas vivas y difuntas para crear a un solo personaje. Acuérdate de Ortega y Gasset: ‘Lo que no es vivencia es academia’. Eso no quiere decir que lo que cuento en Mariana sea una simple calca de mi vida al papel. Creo que todas las novelas son roman à chef<(o> o no son novelas.

“(…) Sé que vamos al galope hacia las grandes ollas en las que hervirán cabezas y piernas de degenerados. Allí, en medio del mundo rastro, los GENIOS se coronarán de mierda y de huesos humanos, pero qué quieres, yo soy muy anticuada. ¿No te acuerdas? Por eso trato de seguir moldes anticuados, a mi medida, y modestamente trato de contar una historia para divertir al público. Si no lo logro es mejor que abandone la pluma, es decir la máquina. Por desgracia no soy muy genio. Y por desdicha tampoco soy víctima de nadie, de ningún fascista rojo o negro. No me han capado, ni dado toques eléctricos en “las partes” ni en los dientes. Debo gratitud a todos los regímenes políticos, incluyendo por supuesto al PRI. Creo que el personaje Mariana no es tampoco víctima de nadie sino de su propio ahistoricismo. En ese sentido puedes muy bien decir que la pequeña burguesa Mariana es Elena Garro. Me jacto de decir lo que pienso y de firmar lo que escribo.

“(…) Creo, como tú, que la primera parte es larga y aburrida. No pude cortarla. ¡Gran falla! En cuanto a Vicente, es romo y pendejo como cualquier gigoló engreído. Pero no hablaba de un caballero de fuste sino de un niño bien, mitad gigoló y mitad vividor. ¡Fallé! Ni modo. No es cosa de volver a escribirla.

“(…) En la novela, Augusto dice que Mariana lo persigue, y la famosa Mariana ya está muerta. Lo dice para cubrirse delante de su grupo. Tú dices que persigo a Paz. Seguramente te lo dijo él. ¿Podrías decirme cómo lo persigo? ¿Escribiendo? La novela no es un pleito privado, es ¡una novela! Te diré algo: ¿recuerdas que Mariana lleva a Vicente a visitar a una bailarina en Nueva York?

“Pues era una amiga rusa, bailarina del Ballet de Montecarlo, que se casó con un monstruo, que la perseguía y la destruyó.

“(…) Yo ignoro la vida y milagros de Octavio Paz. Si los ignoraba cuando estuve casada con él, pues ahora mucho más, entre él y sus amigos lo cubren con un espeso velo de misterio imposible de penetrar. Creo que ya hablé bastante de Mariana…

“Bueno, ya no te agobio. Te quiero mucho tu amiga de siempre. Escríbeme y gracias querido Emmanuel por tus palabritas”.

Elena Garro, 1982

“De propósito quise incluir en este prólogo mis juicios acerca de Testimonios sobre Mariana y las sorprendentes afirmaciones emitidas por su autora, Elena Garro.

“En meses recientes de 2006 he conversado (por teléfono) sobre esta novela con su hija Helena Paz Garro, autora de unas memorias únicas en México por su valentía, desenfado y buen decir. En nuestras conversaciones la Chata, así la llamamos cariñosamente sus amigos, ha confirmado casi todas mis hipótesis. La novela es una obra clave; detrás de los personajes de tinta y papel existen personajes de carne y hueso. Mariana por supuesto es Elena; ella coquetamente lo deja entrever a lo largo de la novela. Augusto es Octavio Paz; uno y otro son emperadores, uno de Roma y otro de las letras mexicanas. El mexicano, más modesto, gobernó mal a su familia, no supo comprenderla ni menos animarla para que emprendiera por sí misma grandes hazañas en la vida y las letras.

Los personajes que rodean amorosamente a Mariana, además de Octavio, quien al mismo tiempo la ama y la abomina (extraño comportamiento que habría que estudiar detenidamente), surge, en distintos momentos, un argentino, Adolfo Bioy Casares (Vicente), y un mexicano (Archibaldo Burns) a quien le llama Barnaby. De los tres es a Vicente, en todos los órdenes, a quien ama loca e irracionalmente; fue Vicente en la vida común y corriente quien se portó con ella como un bribón de los pies a la cabeza. Barnaby más que un explotador resultó ser un explotado, un rico tan poderoso por fuera como menesteroso por dentro.

Testimonios sobre Mariana es una de esas obras que se escriben de vez en cuando y pese a sus errores, pequeños errores, es una novela anómala tan extraña como cautivante. Digna de ser leída.”

http://www.proceso.com.mx/columna.html?cid=46030&cat=9